Laboratorio de ideas para un México mejor
De fines y comienzos, el salario mínimo, y la tecnología en nuestras vidas
México se encuentra ante un punto de inflexión donde muchas de las decisiones tomadas en los próximos seis años tendrán décadas de impacto.
Sí, eso es un statement bastante grandioso para abrir, pero si te fijas en:
El aumento en volatilidad geopolítica, con el surgimiento de un segundo hegemón en China y el retiro de la supremacía única de los Estados Unidos
Que los efectos desastrosos del cambio climático ya están aterrizando hoy, con temperaturas récord y una varianza despedazante de desastres naturales como sequías, incendios forestales, inundaciones, etc, en muchas partes del mundo
El surgimiento de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial que están redefiniendo el tejido social y económico de manera hiperacelerada
Los cambios demográficos radicales globales, con las tasa de reproducción en mínimos históricos en casi todos los países de mediano a alto ingreso
La cuasi-imposibilidad de distinguir entre hechos reales y fake news; con el auge de la decentralización de la información y comunidades online cada quien puede tener su propia verdad
Pues, caray, estamos a punto de vivir muchas de esas semanas en las que pasan décadas. Pero de la incertidumbre y volatilidad viene oportunidad. Y no hay peor oportunidad que la que se deja pasar.
Por tanto, esto es la inauguración de un laboratorio de ideas prácticas para el México que está entrando en un nuevo mundo.
Mis temas son economía y tecnología, por lo que el énfasis será en el cruce de estas dos áreas. Al ser práctico, el objetivo es que salgan ideas y propuestas puntuales que los estudiantes, empresarios, políticos, pensadores, y ciudadanos mexicanos puedan utilizar como inspiración para preparar y canalizar a nuestro país exitosamente en este nuevo capítulo. El 99% de lo que escriba probablemente no tendrá mucho sentido ni relevancia, pero con que el 1% le atinemos quizá un granito de arena habré aportado. México me ha dado todo, y este es mi comienzo para devolverle a nuestro país.
Pero…
Uno siempre escribe desde su pasado y es útil saber de dónde viene uno para contextualizar lo que dice. Tuvo el fortunio — o despapaye, depende de cómo lo veas — de tener una educación larga y tendida en lo que hoy llamaríamos el mainstream de los economistas (que es básicamente economía neoclásica con unos cuantos modernismos para hacerla un poco, pero no mucho, menos dogmática). Licenciatura, maestría, doctorado, postdoctorado, profesorado — lo equivalente de haber empezado en la selección sub 15 y eventualmente sangrado las rodillas para llegar a la selección mayor, pero con el 1% de la gloria.
En fin, si algo aprendí es que los economistas modernos tienen herramientas excelentes para modelar y estructurar su pensamiento, pero rara vez entienden adecuadamente los problemas del “mundo real”, con todo el contexto socio-político-biológico del mundo en el que vivimos. Muchos economistas continúan siendo dogmáticos e ideológicos, y es por eso que a menudo los debates públicos carecen de relevancia y son más cercanos a un debate entre Hegel y Schopenhauer que a una rivalidad basada en la realidad como la de Thomas Edison y Nikola Tesla.1
Este contexto es útil para mí porque ayuda entender de dónde viene y cómo piensa la élite intelectual economista mexicana (élite es más injuria que halago en este contexto), especialmente a los “tecnócratas mexicanos”. Asimismo, permite encontrar los hoyos en sus argumentos y raciocinio — y hoyos hay como cráteres en la luna. Mi área primordial de expertise es el comercio internacional, y las cadenas globales de valor específicamente, pero aquí hablaremos de todo. Desde por qué las tortillas son un tema de seguridad nacional hasta cómo re-pensar el sistema impositivo mexicano para que por fin haga lo que tiene que hacer: igualar las oportunidades para todos los mexicanos.
Además del pasado economista, llevo los últimos años de me vida sumergido en el ámbito de la tecnología, viviendo por un tiempo en silicon valley y trabajando para el llamado Big Tech. Más recientemente, he estado adentrado profundamente en empresas de infraestructura del internet. Blockchain específicamente, que es infraestructura nueva para el internet porque son rieles sobre los cuales se mueven los activos digitales, que lo son todo: desde tu red social en Instagram, tus videos en TikTok, tus pagos en PayPal, tu identidad digital y reputación online, y mucho más. Si nada de eso hace sentido, no importa, ya habrá harta oportunidad para hablar de ello en el futuro.
Suficiente de mí. El punto es que en este laboratorio hablaremos de una trifecta: México, economía, y tecnología. Y la albóndiga que sale cuando combinas los tres. Con el objetivo práctico de ensuciarnos las manos y tomar el café mañanero en el reino de las ideas pero pasar el día de trabajo en el mundo práctico — o como dirían los elocuentes, pero eficientes, americanos: let’s get shit done.
Todo acto es un acto político
Pero no es el objetivo aquí. No importa si eres de izquierda o derecha o a que corriente subscribas, el fin aquí no es dogmático ni ideológico. Es puramente práctico. Se trata de encontrar ideas, intervenciones, negocios, programas públicos, y lo que sea necesario para mejorar las oportunidades y calidad de vida de los mexicanos.
OK, pero tú me dices que esto en sí ya es una declaración política: Porque los recursos son escasos y asignarlos a una opción en vez de otra asume de entrada que el grupo benefactor merece más que el otro. Cómo tomaste esa decisión? Usaste un concepto utilitario? Rawlsiano? Te importa únicamente el tamaño del pastel o también su distribución?
Sí, sí, es cierto. Todo acto es un acto político. El punto es que no vamos a perder tiempo discutiendo cuántas patas tiene el gato y sí pasaremos horas discutiendo la mayor cantidad de ideas prácticas que contribuyan a la sociedad mexicana. Y viviremos con todas las contradicciones políticas e ideológicas que inevitablemente acecharemos.
Un último punto. Se acaba de dar una elección presidencial en México donde Claudia Sheinbaum ganó de manera apabullante. Sí, México tiene una violencia desgarradora que afectó las elecciones. Sí, el partido en el poder probablemente abusó en parte de su papel para beneficiarse en la elección (al igual que todos los partidos han hecho en el pasado). Sí, hubieron otros problemas en nuestra democracia imperfecta. Pero la victoria de Claudia es indisputable, una gran mayoría de Mexicanos decidieron que ella es la elegida para sacar adelante nuestro país en los próximos seis años y, dentro de lo que cabe, ganó fair and square. Le deseo toda la suerte del mundo, quiero que triunfe de la misma manera que Nadia Comăneci triunfó cuando obtuvo el primer 10 de calificación en gimnasia olímpica.
Para bien o para mal, nuestros destinos están atados así que enfoquémonos en lo que importa que es llegar a la otra orilla en un solo pedazo.
Bueno ya, deja de pontificar y di algo útil
Ahorita, para mí lo top of mind es la productividad en México que lleva años, por no decir décadas, estancada. Amarrar los avances tecnológicos junto con la política económica para desatar su crecimiento será un gran enfoque aquí. Pero, por hoy, para entrar en calor y tomar un poco más de sabor, empecemos por algo suculento que pare un par de orejas. Vamos a adentrarnos en el incremento al salario mínimo, del cual mucha ink has been spilled, y que por alguna razón muchos creen es equivalente a Belcebú o Ganondorf, en su encarnación millennial.
La idea práctica es sencilla: Incrementar el salario mínimo es una política inteligente. Por más que se le achaca al gobierno actual haberlo doblado en términos adquisitivos durante su sexenio, es difícil encontrar lower hanging fruit en términos de política económica progresiva. Aquí un gráfico del presidente de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos.
¿Salario Mínimo?
Súper controversial. Pero no debería de serlo. Un salario mínimo moderado en un país de ingresos promedio bajo y con alta desigualdad como México es un no-brainer. En una economía de mercado siempre se deben de buscar círculos virtuosos y hay pocas maneras más efectivas de empezar dichos círculos virtuosos que con un salario mínimo digno y prudente.
Pero antes de adentrarnos en ello, hay que hacer una pequeña detour para entender por qué es tan despreciado el salario mínimo como política económica.
La economía neoclásica no siempre es el diablo… bueno, a veces sí
Economía es una ciencia social y como buena ciencia social tiene teorías. Pero teorías hay muchas — por ejemplo, yo tengo una teoría de que existen los elefantes rosas pero que yo la crea no la hace cierta. Más bien, conforme pasa el tiempo, son las teorías que tienen evidencia empírica las que empiezan a entenderse como “adecuadas” — aunque qué significa “adecuadas” es toda una aventura que otro día abarcaremos.
Durante las primeras décadas de la posguerra, la economía neoclásica alcanzó su apogeo gracias a la confluencia de varios factores históricos. Por un lado, los grandes economistas de esta etapa como Samuelson, Arrow, Solow, y otros, matematizaron la economía, acercándola más a las ciencias duras como la física y alejándola de las ciencias sociales puras como la antropología o sociología. Esto volvió a la economía más racional, más limpia, más elegante, pero también mucho menos humana y real. Por otro lado, después del enorme crecimiento del estado durante la segunda guerra mundial había que reducir el rol del sector público. Era conveniente desarrollar una serie de teorías que justificaban una mano invisible de hierro argumentando que en todos los casos, menos (intervención) es más (riqueza) — ni Adam Smith mismo era tan ultra-pro-mercado como muchos lo hicieron ver y comúnmente se cree, otra historia para otro día.
El toque final se dio en la Universidad de Chicago donde un grupo de súper héroes, entre ellos George Stigler, Milton Friedman, y luego Gary Becker, utilizaron estos elementos para impulsar una teoría de racionalidad absoluta donde el libre mercado lo podía todo y la regulación, el estado, y las distorsiones al mercado eran el enemigo público número uno.2
¿Por qué los neoclásicos odian al salario mínimo?
La belleza de la teoría neoclásica es que puede reducir problemas complejos a una gráfica de demanda y oferta, donde la historia se cuenta en una imagen.
En cuanto al salario mínimo la idea es sencilla, en el mercado de trabajo:
la demanda de por trabajadores es tal que si los salarios suben entonces los empleadores quieren contratar menos trabajadores,
la oferta de trabajadores es tal que si los salarios suben entonces más trabajadores quieren trabajar.
En el libre mercado, la oferta y demanda encuentran un equilibrio (el punto negro) y eso determina el salario de mercado y el nivel de empleo de la economía.
Pero si ahora se regula que el salario tiene un piso mínimo y que no puede bajar de allí, pues hay un problema. Porque, ahora, a ese salario los empleadores solo están dispuestos a contratar a menos trabajadores (el punto azul). Y, peor, hay una sobre-oferta de trabajadores (el punto rojo) porque hay trabajadores dispuestos a trabajar por ese salario, pero que no encuentran empleo porque no hay suficientes.
En fin, el salario mínimo generó dos cosas que los neoclásicos aborrecen:
Distorsiona los precios: Algo imperdonable! Los precios lo son todo para los economistas! Entender un mercado es complejísimo, con miles de factores, participantes, y relaciones. Pero al final del día toda esa información se resume en una sola variable llamada el precio. No es por nada que el nombre alterno de la microeconomía es “teoría de precios.”
Distorsiona la asignación de recursos: El salario mínimo crea desempleo y ahora hay trabajadores que sí quieren pero no pueden trabajar, porque no hay suficiente empleo. En cambio, en el libre mercado eso no pasa, la demanda se encuentra con la oferta en exactamente el punto en el cual el último trabajador es contratado por el último empleador.
En su momento, la teoría neoclásica fue muy útil. Es elegante y proporciona un marco mental muy estructurado para pensar sobre muchísimos problemas.
Pero eso no la hace cierta.
Desde finales de los ochenta, la ciencia económica ha reducido su énfasis teórico y se ha hecho mucho más empírica, basada en datos, intervenciones en el mundo real, y en algunos casos en experimentos. Y, resulta, que las predicciones neoclásicas sobre el salario mínimo son incorrectas.
De regreso a los elefantes rosas
Paradójicamente, mi teoría de los elefantes rosas tiene más evidencia empírica que la teoría neoclásica sobre el salario mínimo. Porque demostrar la falsedad sobre la posibilidad de que algo exista o no es casi imposible — uno tendría que buscar debajo de cada esquina, en cada armario, en cada posible universo que no existe ni un elefante rosa para desmentir mi teoría. Pero falsificar una teoría sobre el deber ser es sencillo, simplemente muestras un contraejemplo. Y para el salario mínimo hay muchos.
Recientemente en el 2021 se otorgó un premio Nobel reconociendo la revolución empírica en economía surgida en los años ochenta. Coincidentemente, mucho de esta investigación es precisamente sobre el salario mínimo!
El cuento es simple. En 1992 se aumentó el salario mínimo por hora de $4.25 a $5.05 en New Jersey, mientras que en Pennsylvania se mantuvo en $4.25. Resulta que en New Jersey, los establecimientos que se vieron forzados a aumentar el salario mínimo no sólo no corrieron a a sus empleados, sino que contrataron a más gente relativo a lo que pasó en Pennsylvania. Esto es exactamente lo contrario de lo que predice el modelo neoclásico! Según esto, lo que debería haber pasado es un aumento en desempleo en New Jersey.
Cómo es posible que haya pasado esto? Bueno, el primer paso es bastante sencillo. Sólo hay que tomarse un helado con mucha azúcar y observar la gráfica anterior con detenimiento para darse cuenta que el mundo es un lugar medio complicado y que no hay ninguna razón para tomarse en serio una gráfica tan bonita pero tan simple.
El segundo paso es más complejo pero obvio en retrospectiva:
Quiénes son los más afectados por el salario mínimo? Los que menos ingresos tienen.
Quiénes son los que están más apretados a la hora del gasto? Los que menos ingresos tienen.
Boom! Pues resulta que si aumentas $100 el salario mínimo, el trabajador probablemente va a gastarse la mayoría de ese dinero (digamos $90) en comida, útiles escolares, renta, servicios médicos, transporte, entretenimiento, cerveza (sí, y eso que tiene de malo? que a ti no te gusta la cerveza?), etc.
Bingo! Círculo virtuoso. Porque de esos $100 de aumento en salario mínimo, $90 se reciclan y generan nueva actividad económica. Si Juan gana más dinero por sembrar maíz y lo gasta en un corte de pelo de Doña Lupe, que a su vez lo gasta en quesadillas de Paquito el de la esquina, que a su vez lo usa para comprarle maíz a Juan pues ya la hicimos. Es cierto que si a Rico McPato le llegan unos $100 extra entonces o los va a ahorrar enteros o poner en lingotes de oro, ninguno de lo cual es útil. Pero qué creen? Esto es irrelevante porque Rico McPato tiene mucho dinero y por tanto no es acreedor al aumento al salario mínimo de todos modos.
Este resultado es artefacto de que la realidad es un poquito más complicada que lo que se puede explicar en una servilleta. En fancy speak, es que la economía vive bajo fuerzas de equilibrio general, que los mercados más distorsionados son los de la pobreza (por ejemplo, claramente son los más afectados por los mega monopolios de los ultra-ricos mexicanos), y que la propensión marginal a consumir es más alta entre los grupos con menores ingreso. Las cosas no ocurren en un vacío: cuando el salario mínimo aumenta, también aumenta el poder adquisitivo de los trabajadores (y el poder de inversión, como en educación y servicios médicos) y es esto último lo que genera un efecto multiplicador.
Lejos de distorsionar mercados, aumentos moderados en el salario mínimo corrigen las distorsiones de mercado que ya existen como las trampas de pobreza, la desigualdad apabullante, y la severa falta de oportunidades.
OK pero qué tiene que ver esto con México?
Así que henos aquí, treinta años después de que el mainstream económico se volteó de pies a cabeza, muchos de los tecnócratas mexicanos siguen apoyando teorías que tienen menos legitimidad que los elefantes rosas.3
Más bien, México es el país perfecto para implementar un aumento en el salario mínimo que pueda desatar los círculos virtuosos necesarios para crecer más la economía, poner más dinero en el bolsillo de los hogares con menores ingresos, asegurar que el sistema económico sea más progresivo, y ante todo deshacer un poco la distorsión de mercado más grande que México tiene actualmente: un país altamente e injustamente desigual.
No todo es blanco o negro, sin duda que el tema del salario mínimo es más complejo en países con altas tasas de economía informal como México, en donde el estado es débil o incompleto en gran parte del terreno nacional, y donde existe una corrupción endémica y bastante generalizada. Pero incluso así, a grandes rasgos el tema del salario mínimo es bastante claro. Parece difícil refutar la noción que el aumento en el salario mínimo impulsó el crecimiento en los ingresos de los deciles de menores ingreso. Y parece imposible rechazar el principio de que esto es algo bueno.
¿Qué sigue?
En las siguientes semanas adentraré más en temas de tecnología y oportunidades para México como la productividad laboral, la inteligencia artificial, blockchain, el sistema bancario, las cadenas de suministro, los flujos de capital globales, el reordenamiento geopolítico y dónde queda parado México, y mucho más.
Pero ojalá este primer folio da un sabor del tipo de herramientas y temas que iremos platicando. Si te gustó el post, síguenos y compártelo con tus conocidos.
Si tienes ideas, dudas, o tus propias exégesis, la parte de comentarios abajo está abierta para seguir conversando. Vamos!
Edison era proponente de la corriente directa (DC) mientras que Tesla apoyaba la corriente alternativa (AC). Tesla ganó. Por otro lado, Hegel era la prima-donna de la Universidad de Berlín a principios del siglo XIX y aborrecido por Schopenhauer.
Si quieres aprender más sobre la Chicago school este libro es una buena referencia. Sólo asegúrate de ponerte una buena dosis de repelente primero, el amor propio desbordado infecta.
Uno de los grandes problemas sobre cómo se enseña la (pseudo)ciencia económica es que se empieza fuertemente con la teoría en la licenciatura y la parte empírica se relega al posgrado. Ergo, la gran mayoría de los economistas saben lo que dice la teoría neoclásica sobre el salario mínimo (que es falso) pero no saben lo que se ha encontrado en la práctica con los estudios empíricos (que es más cercano a la “verdad”). En México, este problema es particularmente severo en el ITAM (del cual soy orgulloso pero atormentado ex-alumno), pero es bastante generalizado. Esto explica en gran parte la pobreza de debate que existe sobre el salario mínimo (pun intended). Otra razón, más sencilla, es que hace falta empatía entre los distintos grupos de la distribución del ingreso.
Interesante y divertido.
Muy buen comentario, creo sería interesante entender el efecto que estos incrementos tuvieron, o debían tener, sobre la inflación. Que es otro argumento que siempre resuena cuando se habla de esto.